PANTALLAS Y MÁS PANTALLAS
Es
bien sabido por todos que los dispositivos móviles, tales como tabletas,
teléfonos o videoconsolas portátiles, son de gran utilidad en el mundo actual
en el que nos movemos, ya que, entre otros aspectos, facilitan el acceso a la
información, permiten conectar con cualquier punto del mundo tocando un botón o
simplemente permiten la posibilidad de entretenimiento deslizando un dedo…
Ahora bien, para ello es necesario hacer un uso moderado, controlado y
responsable de estas tecnologías. Pero, ¿a qué edad puede empezarse a hacer uso
de ellos?
Estos
dispositivos están repercutiendo en gran medida en las clases de los centros educativos, siendo la falta
de atención o los despistes por parte del alumnado, comportamientos
preocupantes cada vez más generalizados y frecuentes en las aulas. Y esto ¿por
qué?
A
continuación, os facilito un artículo de Álvaro Bilbao, neuropsicólogo y autor del
libro “El cerebro del niño explicado a los padres”, que profundizará un poco
más en el uso de los dispositivos con pantallas por parte de los niños,
recogido del periódico digital “La vanguardia”.
"¿Por qué los menores de seis años no deben jugar con
pantallas?
Los niños pequeños no deben entrar en
contacto con los dispositivos tecnológicos.
Hay tres razones que me
hacen defender que los niños pequeños no deben entrar en contacto con los
dispositivos tecnológicos.
1.
Usar el móvil para ahorrarle esfuerzos conlleva una asociación mental negativa.
A nivel psicológico hay una
razón muy importante por la que no deberíamos usar los dispositivos en
situaciones cotidianas, como mientras le damos la comida, le vestimos o
esperamos en el pediatra. La razón es que el cerebro aprende por asociación y
si usamos el móvil para ahorrarle al niño el esfuerzo de esperar o de comer por
sí mismo lo que conseguiremos es que su cerebro haga una asociación muy
negativa. Y cuando se tenga que esforzar por prestar atención a la profesora,
por leer un texto que le puede parecer aburrido o por estar sentado hasta que
acabe la clase la respuesta más lógica y natural para él será distraerse.
Porque sus padres le enseñaron que cada vez que se debía esforzar se podía
distraer con otra cosa.
2.
Los niños acostumbrados a los estímulos intensos de la pantalla la prefieren a
jugar con amigos o hermanos.
Otra razón es que
tenemos un circuito en una región cerebral denominada núcleo caudado, que es la
que decide qué estímulos nos gustan más y cuales no merecen nuestra atención, y
ordena nuestras preferencias en función de aspectos como la intensidad de los
estímulos y el grado de gratificación inmediata que recibimos. Y si tenemos un
niño cuyo núcleo caudado se acostumbra desde muy pequeñito a estímulos
visualmente intensos y cambiantes como los de las tabletas, en los que todo
hace ruiditos, en los que en cuanto te aburres basta con desplazar el dedo para
cambiar, lo que va a ocurrir es que cuando llegue a clase y vea a su profesor
le va a parecer poco dinámico y luminoso, la pizarra demasiado oscura y un
libro demasiado lento, y su cerebro decidirá que no es suficientemente
importante como para prestarle atención. Además, los niños acostumbrados a
estímulos intensos prefieren jugar con el dispositivo que con los amigos o
hermanos.
3.
Un circuito poco eficaz para darnos la felicidad.
Cuando un niño
juega a un dispositivo o ve vídeos o fotos en el móvil activa un circuito poco
eficaz para darnos la felicidad. Cada vez que vemos una foto nueva, que matamos
un marcianito o hacemos un regate en el videojuego recibimos una recompensa en
forma de descarga de dopamina. Pero esa recompensa dura muy poco y eso hace que
tengamos que repetir la conducta una y otra vez, llegando a ser adictiva. Otro
tipo de comportamientos como estar en contacto con los padres, manipular
objetos con las manos, el juego libre o simbólico, o tener pequeñas
responsabilidades como poner la mesa activan circuitos cerebrales distintos que
ofrecen un sentimiento más duradero como es la satisfacción, que además
favorece el autorrefuerzo (la capacidad del niño de sentirse bien sin que nadie
o nada se lo diga).
Estas tres
razones pueden explicar los estudios que demuestran que una mayor exposición a
las pantallas está asociada a una mayor prevalencia de problemas de autocontrol
(porque no saben ser pacientes ni esforzarse), de déficit de atención (porque
no saben esperar y los estímulos normales les aburren más que a otros niños),
mayores niveles de depresión infantil (porque dependen de estímulos que
provocan pequeñas recompensas pero ninguna satisfacción) y mayor fracaso
escolar (no pueden aprender aquello que no les interesa ni atienden)".
Álvaro Bilbao.