A “CIENCIA” CIERTA.
¿Por qué la luna nos
persigue? ¿Por qué la Tierra es redonda? ¿Por qué el agua ayuda a sofocar el
fuego? ¿Por qué el cielo es azul? ¿Por qué brilla el sol?
Estas son algunas preguntas
que despiertan la curiosidad y el interés en los niños y niñas por la ciencia.
De este modo, la
ciencia está presente en todos nuestros actos, aunque la mayoría de las veces
no seamos conscientes de ello. Adquirir cultura científica y tener afán
investigador no es más que preguntarnos «por qué pasan las cosas» y buscar las respuestas
usando los medios que estén a nuestro alcance.
Comunicarse
científicamente significa utilizar el lenguaje de los números, gráficos o símbolos
para explicar cosas y también para explicar un problema. Es, también, entender las
diversas maneras en que otras personas razonan.
Saber resolver
problemas es cuestionar, investigar y encontrar soluciones a los mismos; tener
la capacidad de poder pensar lógicamente, insistir buscando la solución;
comprender que puede haber varias maneras de encontrar una respuesta y aplicar
la investigación, con éxito, a las situaciones de la vida cotidiana.
Un día cualquiera
está repleto de «cuestiones científicas» que podemos utilizar para ayudar a
nuestros hijos e hijas a utilizar la razón para resolver problemas, a comunicarse
científicamente para entender mejor el mundo que les rodea, y ser más críticos,
más libres y ejercer una ciudadanía responsable y comprometida.
Tomando como
referencia una guía proporcionada por la Consejería de Educación, os propongo
una serie de sugerencias que podéis llevar a cabo desde casa:
▪ Utiliza los
recursos que nos ofrece la vida cotidiana para que adquiera el hábito de investigar,
preguntándose sobre situaciones que le permitan conocer mejor el mundo que le
rodea:
-¿Por qué sale el
sol?
-¿Cómo suena un
despertador?
-¿Qué ocurre cuando
abrimos un grifo y por qué?
▪ Potencia su
participación en actividades rutinarias que requieran el uso de las ciencias y las
matemáticas (medir, pesar, estimar y comparar precios de las cosas que quiere
comprar).
▪ Proporciónale
libros y juegos de experimentos, de estrategia o de lógica, adecuados a su edad
y participa en estos juegos.
▪ Ayúdale a
arriesgarse. Valora el esfuerzo de intentar resolver un problema, aunque sea
difícil. Dale tiempo para explorar distintos métodos para resolverlo. Mientras
trabaja, ayúdale a hablar sobre lo que está pensando y cómo ha llegado a la
respuesta correcta. Pídele que haga un dibujo o un esquema para demostrar su
método.
▪ Enséñale a utilizar
las matemáticas mentales para hacer cálculos rápidos en tiendas, restaurantes y
gasolineras.
▪ Incítalo a que
diseñe o construya artilugios como juguetes, balanzas, ganchos, pulseras, etc.
▪ Proporciónale
pasatiempos matemáticos, desde un simple sudoku hasta cuadernillos de juegos
lógicos, que le ayudarán a ejercitar y desarrollar su inteligencia.
▪ Acuerda con tu hijo
o hija un «compromiso medioambiental» que abarque desde los hábitos de
alimentación hasta cualquier actividad que favorezca el reciclaje y el respeto
por la naturaleza.
▪ Programa visitas a
parques, museos y entornos naturales donde pueda vivir experiencias
enriquecedoras.
▪ Comparte con él o
ella el tiempo que pasa frente al televisor y ordenador: busca en la web
páginas sobre cómo fomentar su interés por la ciencia y las ventajas que esto
conlleva, comparte un buen documental sobre la vida salvaje, el medio ambiente,
las nuevas técnicas y las civilizaciones del pasado, la mente prodigiosa de los
humanos, haz una visión activa de esos programas, con comentarios, preguntas e
ideas que surgen mientras se ven.
▪ No inventemos respuestas al azar. En ocasiones, debemos
aprender a decir: “no lo sé, pero vamos a intentar averiguarlo”. Los adultos no
lo sabemos todo, pero sí podemos investigarlo.
En definitiva, aprovechemos
las curiosidades de los niños/as para seguir aprendiendo.
“Conéctate con un científico y te estarás conectando con
un niño.”
Bradbury.